Contradicciones
José Luis Brés Palacio
Hay una diputada provincial de Chaco que comenzó una cruzada contra la línea telefónica que asesora acerca del aborto seguro. Presentó una demanda penal contra la misma y dijo que “los legisladores que se dicen defensores de los derechos humanos no defienden la vida”.
Hay una legisladora que respaldó al abogado defensor de genocidas en Corrientes cuando éste pretendió dar una ponencia en la Cámara chaqueña acerca de, nada más ni nada menos, la trata de personas; y los legisladores se opusieron a su intervención atendiendo a sus lamentables antecedentes de defensa de terroristas de Estado. “Debemos terminar con los rencores”, dijo entonces. Como si separar paja de trigo en temas como derechos humanos y justicia fuera sólo una cuestión de rencores y perdones.
Hay alguien en la Legislatura chaqueña que culmina sus intervenciones con la lectura de algún que otro pasaje de la Biblia.
Aparentemente, estaríamos hablando de tres personas con escalas de valores diferentes, morales distintas e ideologías diametralmente divergentes.
Pero, no. Las tres actitudes son encarnadas por una misma persona: la diputada provincial de la Alianza Frente de Todos Clelia Ávila.
Entonces, muchísimas palabras se nos caen del diccionario. Y sólo nos quedará un sustantivo: contradicción.
Tal parece que la contradicción forma parte de la condición humana. Nadie está exento. Claro, parece más visible en el mundo de la política. Y en esto los radicales vernáculos tienen experiencia sobrada.
Baste recordar que el 14 de octubre sus diputados “se apuraron” a modificar la reglamentación del cuerpo legislativo para poder “quedarse” con la Presidencia del Poder Legislativo después del 10 de diciembre.
Los representantes del mismo partido cuyos militantes y representantes aullaban en cuanto micrófono o cámara se les acercara porque no podían entender cuál era el “apuro” de la presidenta Cristina Fernández para que se tratara el proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales, recientemente convertida en ley.
Contradicción.
Contradicción el abrazo de Lilita Carrió y Ángel Rozas en la última campaña electoral para legisladores nacionales y provinciales, luego de que, no ha muchos años, la apocalíptica eterna parturienta de una nueva patria lo tratara cuanto menos de delincuente.
Contradicción que los ediles aliancistas estén preocupados por legislar medidas de seguridad en el uso de ascensores. Claro, nuestra ciudad está llena de rascacielos y torres colmados de cientos de miles de ascensores que deambulan por ellos sin que los pasajeros estén cubiertos por la legislación de una ciudad en la que poco importan los que de hambre de comida, palabras, trabajo y dignidad mueren todos los días.
Nadie resiste un archivo. Es cierto. Y, hurgando en ellos seguramente habría para todos los partidos. Pero, de todos ellos, nuestros amigos radicales parecen una caja de Pandora que a cada rato se abre para sorprendernos con una nueva peste.
Es la contradicción la que convierte a las ideas, a las palabras, a la vida y a la misma Biblia en sólo una cuestión de palabras.
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