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30.10.10

Mucho pueblo en la calle, mucha miseria en la prensa


Fito Paniagua

La marea humana que pasó por la Casa Rosada para despedir a Néstor Kirchner, entre la mañana del jueves y el mediodía del viernes, y acompañó luego el cortejo fúnebre hasta el aeroparque, que le dijo ¡gracias! al ex presidente y ¡fuerza! a Cristina Fernández, por un lado. El odio indisimulable en los abyectos análisis de columnistas en los dos principales diarios del país, Clarín y La Nación, y el canal de noticias TN, por el otro.
El aluvión, como tituló Página 12 en su tapa del viernes, nutrido de juventud, dolor y desconsuelo, en la calle. Analistas políticos cuasidecrépitos, misóginos escribas de la derecha, profesionales de la infamia, de festejo en las redacciones y delante de las cámaras.
En la calle, el ¡gracias, Néstor! contenía los derechos humanos, la nueva Corte Suprema de Justicia, el fin de la Ley Federal de Educación y de las AFJP, el crecimiento de la economía, la rentabilidad del campo, la discusión del salario, la asignación universal, la integración latinoamericana, la ley de medios, el matrimonio igualitario… El ¡fuerza, Cristina!, el aliento para seguir adelante con todo eso e ir por más.
En la prensa, la especulación aviesa acerca de un posible vacío de poder, el desparramo de la palabra que más les gusta, ultrakirchnerismo, y del resto del glosario virulento que el periodismo anti-K acuñó en todos estos años: fanatismo, sectarismo, división, odio, enemigo, revanchismo. Todo ello, marcado por la veleidad propia de la chatura intelectual y por la brutalidad que imponen los intereses de los grupos mediático-económicos.
Joaquín Morales Solá, muy respetado por el establishment periodístico-político-económico, perpetró otra canallada más en el diario La Nación: “Miles de personas, muchas espontáneas y otras tantas movilizadas, desfilaron por la Casa de Gobierno; sobraron las consignas sectarias. La ciudad, sin embargo, no alteró el ritmo normal de su vida cotidiana. Una enorme mayoría social optó por cumplir con los menesteres de todos los días: respetó sus horas de trabajo, fue al banco, consultó con su médico, departió con amigos en un café, hizo las compras necesarias y no cambió el decurso natural de la vida”.
De acuerdo con el criterio de Morales Solá, ningún acontecimiento del planeta merecería trascender: un sismo y un tsunami acaban de matar a unas 400 personas en Indonesia; sin embargo, el resto del mundo siguió con sus actividades cotidianas. ¿Se puede ser tan insolente?
Los cientos de miles que salieron a la calle para despedir a Kirchner y a apoyar a la Presidenta no son los que, colonizados por la furia anti-K de la prensa, repiten comentarios malintencionados en la cola del supermercado, ni los que dejan sus insultos en las ediciones on line de Clarín, La Nación y Perfil, en su intento de propagar de la manera más burda el odio a los K.
Los Morales Solá, los Van der Kooy, los Eliaschev, los Leuco, los Majul y el resto de los “los” de la caterva periodístico-político-económica siguen agazapados, ocultos y en silencio delante de la pantalla de una PC o de una notebook. El aluvión, en cambio, puede salir, gritar y contagiar: ¡Gracias, Néstor! ¡Fuerza, Cristina!

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