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5.5.11

Seis preguntas (o más) sobre Osama bin Laden y su asesinato

¿Cómo puede un presidente y una nación alegrarse de la muerte de una persona, por más demoníaca que esta sea? ¿La justicia de EE. UU. se rige por el “ojo por ojo y diente por diente”? ¿Está bien que un premio Nobel de la Paz mande matar a una persona? ¿Será que lo mataron de verdad? ¿O le dieron otra identidad y le aseguraron un retiro idílico por los servicios cumplidos? Los cabos sueltos sobre la muerte del líder de Al Qaeda son demasiados, sospechosos, atroces.

Por Ricardo Bajo, Le Monde Diplomatique. “Osama bin Laden is dead” (Osama está muerto) escupen los cables en la noche del domingo [1 de mayo]. Habla a medianoche el presidente Barack Obama con una sonrisa dibujada en su rostro: “Se ha hecho justicia”. Cientos de estadounidenses celebran fuera de la Casa Blanca con gritos de “USA, USA”. Horas después, las cadenas de televisión de Estados Unidos cambian sus titulares: “Osama killed” (Osama asesinado). Las preguntas y los cabos sueltos son demasiados, sospechosos, atroces:
1.- Los militares y la CIA han admitido que el operativo en Paquistán era para asesinar a Bin Laden (junto a él mataron a su hijo y otras personas en una presunta ‘balacera’). ¿Por qué si sabían hace una semana que estaba en una casa en las afueras de la capital Islamabad el fin no fue detenerlo sino matarlo? El cadáver del líder de Al Qaeda ha sido arrojado al mar. Dicen que para que su lugar de entierro no se convierta en un lugar de peregrinación “yidahista”. ¿No será más bien para borrar todas las pruebas de la supuesta vinculación de Osama con la CIA-FBI en el 11-S? Las dudas sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 crecen y crecen nueve años después. ¿Usó EE. UU. a Osama, un ex agente de la CIA, para perpetrar esos atentados con el objetivo de desatar la llamada “guerra contra el terrorismo” que trajo las invasiones a Irak y Afganistán y el recorte brutal de derechos humanos y civiles dentro y fuera de Estados Unidos? Con el asesinato de ayer y parafraseando a algunos periodistas cercanos, ¿mataron la verdad?
2.- “Se ha hecho justicia”, repiten las élites estadounidenses. ¿Ha tenido Osama un juicio? ¿Ha sido apresado para que cuente su verdad? ¿O sus mentiras? ¿Cómo puede un presidente y una nación alegrarse de la muerte de una persona, por más demoníaca que ésta sea? ¿La justicia del país más poderoso del mundo se rige por el “ojo por ojo y diente por diente”? ¿Está bien que un premio Nobel de la Paz mande matar a una persona y se alegre? Nueve años después del ataque a las Torres Gemelas, el papel como “enemigo público número uno” de Osama ya no servía a los propósitos hegemónicos del imperio. ¿Será que lo mataron de verdad? ¿O le dieron otra identidad y le aseguraron un retiro idílico por los servicios cumplidos, desde su guerra contra el Gobierno de Afganistán en la década de los ochenta, cuando Estados Unidos lo llamaba “luchador de la libertad” a los ataques del 11 de septiembre?
3.- Estados Unidos vota a finales del próximo año para elegir a un nuevo presidente. Obama ha anunciado su presentación a la reelección. Su fracaso a la hora de cerrar la cárcel ilegal más grande del mundo –Guantánamo– pesa en su contra. ¿No es el momento, según la Casa Blanca, para dar por finalizada la “guerra contra el terrorismo” que inició su predecesor George Bush? Los callejones sin salida en que se han convertido las guerras de ocupación en Irak y Afganistán (junto al fracaso en Libia) obligan a Washington a repensar su estrategia belicista en el mundo. ¿Salir de esos países –Estados fallidos, los llaman– para atacar otros en latitudes diferentes? ¿Vuelven otra vez los políticos a colocar al electorado de Estados Unidos en un escenario de miedo y “país bajo ataque” para inyectar miedo antes de elegir en noviembre de 2012 a un nuevo presidente?
4.- Paquistán es el mayor aliado y amigo de Estados Unidos en el Medio Oriente y Asia Central, sin contar a Israel, obviamente. ¿Por qué Washington no avisó a sus socios de la operación de asesinato de Osama? Otra violación a la soberanía, otro canto a la injerencia. Si así se comportan con los amigos, ¿cómo será con los “enemigos”? ¿No confía EE. UU. en Paquistán? ¿La desconfianza afectará a las relaciones entre ambos países? Paquistán, que tiene una amplia y porosa frontera con Afganistán, ¿se esforzará ahora para acabar con los talibanes que luchan contra la ocupación de Estados Unidos de territorio afgano? ¿Qué harán los servicios secretos paquistaníes, acusados de recibir ayuda gringa y a la vez apoyar a los talibanes que matan soldados de EE. UU. al otro lado de la frontera? Paradójicamente, el asesinato de Osama en Paquistán puede traer más soldados muertos estadounidenses en Afganistán. Sin contar con las acciones de venganza que las células de Al Qaeda puedan cometer en atentados en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de los países aliados.
5.- Volviendo al escenario electoral de Estados Unidos, apelo a la política ficción: ¿cuánto poder real tiene Obama y la Casa Blanca para tomar decisiones? ¿No favorece al partido republicano y a la ultraderecha del Tea Party que el tema terrorismo vuelva a ponerse en el centro de la agenda electoral y mediática? Ante un escenario de miedo, ¿no votarán los estadounidenses por la carta más “dura” y beligerante? ¿Puede ganar las elecciones la ultraderecha con un candidato millonario, “simpático” y con alto poder mediático como Donald Trump, el magnate de los medios de comunicación? ¿No hubiese ganado su última batalla –ya muerto como el Cid campeador–Osama dándole la victoria a la ultraderecha en las elecciones de 2012?
6.- Es el asesinato de Osama y el temor a venganzas la excusa para volver a las épocas del miedo, de la conculcación de derechos humanos, de los asesinatos políticos, del recorte de derechos civiles para los propios ciudadanos de Estados Unidos, del belicismo, de la eliminación sistemática de los adversarios políticos estén donde estén? ¿Quién gobierna en Estados Unidos: la Casa Blanca o la dupla Pentágono-industria armamentística?

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