Periodismo fantoche
Este jueves se celebró el Día del Periodista. Una mirada crítica sobre el ejercicio de la profesión en estos tiempos y en estas tierras deja conclusiones decepcionantes, inquietantes y repulsivas. La principal de ellas es sin duda que el periodismo chaqueño tiende a consolidarse como fantoche.
El Diccionario de la Real Academia Española dice de “fantoche”:
1. Persona grotesca y desdeñable.
2. Sujeto neciamente presumido.
3. Muñeco grotesco frecuentemente movido por medio de hilos.
En general, la prensa chaqueña puede calificarse de grotesca y desdeñable. Ha renunciado a su función esencial, está signada por una chatura intelectual pasmosa y, en muchos casos, dirigida por “consagrados” periodistas que en rigor son nada más que fantoches.
Se sabe que la mayoría de los medios de prensa locales –diarios, radios, TV y sitios de noticias en Internet- se dedica casi en forma exclusiva a divulgar el órgano de prensa del Gobierno, aceptando directivas acerca de qué se debe decir de tal acontecimiento o personaje públicos. Es decir, el periodismo local desempeña el rol de muñeco grotesco movido por medio de hilos, que son, en este caso, la política de publicidad y propaganda del Gobierno, y los propietarios de medios, también en su mayoría fantoches, que sólo buscan obtener ganancias facturándole al Estado.
El Gobierno usa la publicidad para alinear a la prensa detrás de sus intereses político-partidarios y para financiar a periodistas que actúan como verdaderos punteros políticos. Consigue así manipular la información y avasallar el derecho de la ciudadanía a conocer la verdad. La prensa debe siempre respetar y defender el derecho público a la información, pero eso no puede ocurrir con la prensa fantoche.
Lo más triste y revelador de este cuadro decadente es que algunos periodistas fantoche, sujetos neciamente presumidos, conducen las redacciones con aires de suficiencia profesional, intelectual y ética, pese a que sus currículum están manchados de venalidad, servilismo y obsecuencia.
Y lo más grave es que, mientras el poder político paga y censura, y los dueños de los medios negocian por dinero el derecho de la ciudadanía a informarse, una gran mayoría de periodistas trabaja por el sándwich y la Coca, en condiciones laborales de semiesclavitud, y se forman con la convicción de que el único periodismo posible es éste: el fantoche.
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