6, 7, 8… y van
José Luis Brés Palacio
La comunidad feisbuquera de Resistencia se dio cita ayer por la tarde (por el domingo 28) en la plaza España en el marco de una convocatoria en apoyo al programa 6, 7, 8 que se emite por la Televisión Pública. El calor húmedo y sofocante de una canícula resagada, el día de descanso o el simple holgar dominguero no fueron pretextos válidos para que cientos de resistencianos se dieran cita en la plaza España ayer por la tarde. El micrófono estuvo abierto para quien quisiera, tal como estaba sucediendo en convocatorias similares en otras ciudades del país.
Es que la convocatoria que surgiera por Facebook durante la semana sirvió para que, mate, bandera y carteles en mano, colmaran el anfiteatro de la plaza España.
“Estoy muy contenta porque no esperaba encontrarme con esto”, dijo Juana Lombardo, una empleada judicial que exhibía orgullosa un cartel con el logo del canal de noticias del grupo Clarín TN, sigla que en la pancarta se traducía como “Todo Negativo, Todo Negocios”.
En realidad, Juana no era la única sorprendida. A poco de hablar con conocidos y circunstantes, surgía el comentario de lo asombroso que resultaba que una convocatoria hecha, fundamentalmente, por Internet tuviera la convocatoria que tuvo.
Otro comentario generalizado fue que la presencia era en repudio al monopolio informativo del grupo Clarín y por cómo los intereses económicos de esa megaempresa se presentan a la sociedad como principios éticos de un periodismo que cuenta la verdad a la medida de su conveniencia.
Nunca más cierto el apotegma de Marshall McLuhan de que “el medio es el mensaje”. Y, este mensaje, de este medio, repugna desde lo periodístico porque ya es hoy burdo el intento constante de presentar la libertad (o impunidad) de empresa como única expresión de la libertad de prensa. Desde lo político porque, fundamentalmente desde el monopolio Clarín se pretende instalar el absurdo maniqueo de que el país está dividido entre kirchneristas y oposición. Es justamente este segundo aspecto el que quedó desmitificado ayer. Quienes estábamos ahí nos reconocíamos aunque más no fuera de vista. Eran las caras acostumbradas en marchas y manifestaciones de hasta hace un tiempo.
Es que entre kirchnerismo y oposición existe, mal que les pese al grupo Clarín y sus acólitos, un nutrido espectro de quienes pueden adherir a ciertas políticas del gobierno nacional sin dejar de señalar críticamente aquellas medidas con las que no acuerdan. Por ejemplo, cómo se comunicó la Resolución 125, que la oposición supo manejar con mejores pertrechos comunicativos que fundamentos políticos que trascendieran la mera defensa de intereses del sector que históricamente en nuestro país no sólo se quedó con lo mejor de la torta, sino que también la repartió siempre a piacere. Otra prueba más de la preponderancia que tienen los medios audiovisuales en el “humor” social.
Entre los aciertos K deben contabilizarse prolijamente la política de Derechos Humanos y la Ley de Medios Audiovisuales.
El avance en el juzgamiento de los genocidas de la última dictadura cívico-militar no tiene antecedentes en la historia latinoamericana. Ninguno de los países que fueron escenario del Plan Cóndor de la década de los 70 avanzó tanto y en tan buen sentido.
La Ley de Medios Audiovisuales resulta igualmente notable. Producto de una construcción colectiva de miles de participantes en los foros abiertos en todo el país, resulta un instrumento doblemente válido: porque echa por fin de la historia a la Ley de Medios de la dictadura y porque en su articulado, entre otros aciertos, se contemplan los últimos avances tecnológicos en comunicación que, más temprano que tarde, deberán a ser objeto de la observación de los Estados si no quieren quedarse al margen de los tiempos y de la realidad del siglo XXI.
Si en la oposición están Duhalde, Cobos y Carrió; y si en contra de este rejunte se alzan, entre otras, las voces de Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, no me caben dudas: “Yo también soy una mierda oficialista”. Porque prefiero errar con Abuelas y Madres que confundirme en acertar con los miserables… y sus socios.