Los políticos del hielo
Por José Luis Brés Palacio, Datachaco. Confundido por un sueño, José Arcadio Buendía “pensó que en un futuro próximo podrían fabricarse bloques de hielo en gran escala, a partir de un material tan cotidiano como el agua, y construir con ellos las nuevas casas de la aldea. Macondo dejaría de ser un lugar ardiente, cuyas bisagras y aldabas se torcían de calor, para convertirse en una ciudad invernal.” (*)
Y la literatura es muchas veces como el sueño. Verosímil y falaz. En su contundencia nos confunde y creemos que es verdad lo que leemos como el sueño lo hace con el objeto soñado. Y otras, creemos encontrar en ambos (sueño y literatura) claves de interpretación de la realidad.
Repasando estas líneas de la saga de los Buendía, podemos encontrar quizás alguna punta para entender de qué y cómo la juegan los políticos argentinos hoy reunidos en esa tribu con ínfulas de cofradía llamada oposición.
Confundidos por la quimera del parto místico, el odio y el oportunismo político sirven, los de derecha y los de “izquierda”, al patrón sojero y sus aliados mediáticos que les ordenaron despedazar a quien se atrevió a cuestionar sus desmedidas riquezas. Y ahí va la jauría. Y ladran y muerden a destajo. Y no ahorran ni en acciones ni en adjetivaciones. Desde aquel “conchuda” cuyos ecos aún suenan desde aquellos piquetes camperos (caniche y cuatro por cuatro incluidos) hasta el actual “yegua”, eufemismo tan violento como inadecuado para referirse a la presidenta. Lo incomprensible es que estos mismos delincuentes verbales son los mismos que durante el menemato llenaban sus fauces con frases como: “Hay que respetar la investidura presidencial”.
Lo peor es que estos perros salvajes llevan de la barba a gran parte de nuestro pueblo, embrutecido por obra y gracia, entre otros, de las últimas degeneraciones de docentes y periodistas. La historia parece no tener prisa. Pero, tarde o temprano, juzga. Ya nos llegará el turno. Es sólo cuestión de tiempo.
Mientras tanto, los “contras” del siglo XXI siguen intentando convencernos de que es posible construir casas con hielo en Ushuaia y en Chaco con la misma ingeniería. Cretinos.
Pero, por debajo de los gélidos desvaríos, hay un pueblo ardiente. Sediento de la justicia social que aún se le debe.
¡Qué bien nos vendría retener en nuestras cabezas el final del episodio de Cien años de soledad que sirvió de pretexto para estas líneas! José Arcadio Buendía abandonó la quimera del hielo porque estaba ocupado en la educación de sus hijos.
(*) García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Capítulo 2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario