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28.11.10

De regreso, Mirtha

Por Eduardo Fabregat, Página 12. La escena se desarrolla en el blanco y negro televisivo de 1978 y el audio tiene su soplido, pero las palabras llegan con absoluta claridad. Almuerzan con la señora Mirtha Legrand el señor Claudio Levrino, actor; la señora Susana Giménez, actriz, vedette; la señorita Ginette Reynal, modelo; y el señor Laureano Brizuela, cantante. Y es Brizuela, precisamente, el que lleva la voz cantante con eso de la “campaña antiargentina en el exterior”, a lo que todos asienten enfáticamente: “Nadie sabe la tranquilidad que se respira acá, ahora más que nunca”, dice el muchachito de traje blanco, y Susana señala que “lo que detesto más en la vida es que la gente juzgue algo que no conoce”, y Mirtha repite que “estamos viendo una campaña organizada”. Y luego todos se emocionan por el Mundial, y por cómo “nos nacionalizó, nos argentinizó”, y la señora apunta que fue al último partido y todos lloraban y el presidente Videla también, el presidente tenía lágrimas en los ojos, y que se acuerda y se emociona de nuevo. Y cierra: “¿Qué tal está el postre, está rico, chicos?”
Esta semana, en un programa televisivo de Uruguay, Federico Luppi pateó el hormiguero: “No sé qué me irrita más de Mirtha: si su profunda y extensa ignorancia o el estado totalmente reaccionario de su alma. Un alma pobre. Dice cosas que son realmente agresivas y que desmienten la capacidad humana que tenemos de convivir”. Cuando se le mostró una foto de Giménez, el actor pidió permiso para utilizar términos fuertes y señaló que “Susana caga por la boca”. Dolida, la diva de los almuerzos pidió que la Presidenta “tome cartas en el asunto” y no dudó en apuntar al Gobierno por las declaraciones de un particular. “Utilizó el mismo término que Aníbal Fernández. ¿Quiénes les dan letra a los que hablan mal de las figuras? Jamás en mi vida vi algo así. Hay alguien que les da letra. El Gobierno debería fijarse cómo hablan los actores que promueven. ¡Dios mío! ¿Qué es esto? ¿Una dictadura?” Susana prefirió apuntar que “las declaraciones me sorprendieron... Me dijeron que no está muy bien, la verdad que no tengo nada que decir, para mí fue un gran actor y bueno, estará pasando un mal momento”. No faltó quien disparara munición gruesa sobre Luppi aludiendo a cuestiones de su vida privada, solapando las causas del brulote, el porqué de la referencia a esas dos figuras.

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10.11.10

El solitario final del represor

Por Daniel Casal, Noticias Argentinas. Emilio Massera murió por un “paro cardiorrespiratorio no traumático”. Justo él, el mayor ideólogo de las muertes traumáticas de una generación de argentinos que se opuso a la instauración de un modelo político y económico salvaje.
Pero no importa su manera de partir, sino que el juicio de la historia ya le haya dedicado para siempre buena parte de las hojas más negras, esas que ya nunca podrán blanquearse. Por más que diarios como Clarín sólo ubiquen a la noticia en un recuadro de tapa y que una de sus notas de cabeza de página haya sido: Hay nidos de pájaros en la Esma, el lugar donde Massera alojó el horror. Ni que La Nueva Provincia de Bahía Blanca –ciudad cuna de marinos– publique: “Massera, no fue, demás está decirlo, la mezcla de Maquiavelo y asesino serial que han pintado sus enemigos, tan feroces a la hora de enjuiciarlo con la pluma, como lo habían enfrentado antes en esa tremenda guerra civil en la cual ellos llevaron la peor parte”.
El oscuro almirante representó a las mil caras en que puede dibujarse el terror. Fue el mentor de Alfredo Astiz con su infiltración entre las primeras Madres de Plaza de Mayo y las monjas francesas. El inventor de los “vuelos de la muerte”, cuando aviones de la Armada tiraban cuerpos de desaparecidos que aún permanecían vivos. El constructor de ese monumento del horror que significa la Escuela de Mecánica de la Armada, hoy convertida, con estricta justicia, en un Museo de la Memoria. El perseguidor en el exterior de aquellos encargados de la supuesta campaña “antiargentina” y el matador del periodista Rodolfo Walsh.

Ahora, me queda más claro, que cada uniformado que nos perseguía por aquellos días estaba representado en la imagen siniestra de un hombre peinado a la gomina y cejas tupidas. Allí estaba en cada marcha que se organizaba en contra del Proceso, en cada persecución a estudiantes, trabajadores e intelectuales.
En esos profesores venidos de la Armada, o de otras fuerzas, o en cada plan de estudio que quería hacer creer que la filosofía se debatía sobre todo entre platónicos y aristotéĺicos y concluía con el alemán Immanuel Kant. O que la historia argentina se enaltecía con Julio Argentino Roca y terminaba en Félix Uriburu, líder del primer golpe de Estado en la Argentina.
En cada libro que no pudimos leer, en cada película censurada, en aquellos cantantes que no pudimos escuchar y en tanto oscurantismo. Massera quiso seguir una carrera política luego del Proceso, tras la debacle de Malvinas, pero las luchas populares ya lo habían condenado para siempre.
Es que como escribió Mario Benedetti en El sur también existe: “Aquí abajo, abajo, cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite”.

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1.11.10

La muerte que no mata

Hernán Álvarez,
periodista



Cuando Cristina Fernández decidió velar a Néstor Kirchner en la Casa Rosada (y por 48 horas), quedó claro que su futuro político es la lucha por el poder, lo que se traduce en heredar inmediatamente el liderazgo de la política y lo político. Buscará su reelección en 2011 sin rivales internos, será el eje de las discusiones centrales del Partido Justicialista, seguirá siendo la principal protagonista de las noticias oficiales y la principal fuente para los medios de comunicación. De lo contrario, hubiese velado a su marido con un reducido entorno de amigos y familiares. El significado del funeral fue la construcción política del pueblo y, por lo tanto, del poder.
El funeral de Kirchner se convirtió en un acto político masivo y popular por excelencia. Fue un proceso en el que se identificaron marcas clave de un pensamiento que se mostró políticamente organizado: las imágenes del pueblo que lloró a su líder, el líder muerto e inmortalizado por el pueblo, su heredera de pie y el pueblo, a su lado, que le advirtió que debe continuar el proyecto que gobierna para el pueblo.
En el funeral de Kirchner, la palabra clave fue pueblo: los mozos de la Rosada llorando, la mujer que confiesa haber vivido de la basura en 2003, el barítono improvisando el Ave María, la viuda que abraza a la anciana que la moja en lágrimas, los jóvenes, Maradona, Batista, todo el PJ, presidentes del continente, sindicalistas, más jóvenes, niños en andas, las Abuelas, las Madres, los actores, el industrial, el comerciante, el docente, el político y el intelectual. Todas esas presencias en el ritual cristiano representaron una clara configuración de poder, donde no hubo espacio para la duda, el desconcierto, la incertidumbre o las medias tintas.
El funeral fue un discurso unánime y homogéneo, consistente en razones y pasiones, y quedó claro que ése fue el discurso que dominó en una semiósfera donde los aparatos ideológicos del pueblo parecen haber ganado el terreno de la lucha por la imposición de ideas. La idea que el funeral político impuso es la de un gobierno firme, organizado y respaldado, con fervor popular, en una conjunción ideal de razones y pasiones que explican tan explícito apoyo. Una idea de firmeza reelaborada en el conjunto social.
La de Kirchner es la muerte que no mata, porque hizo brotar esa efervescencia popular que no se veía desde los tiempos de Perón y Evita en Argentina. Qué casualidad: otra vez el peronismo construyendo líderes y reviviendo pasiones populares pesar de la muerte.
El funeral de Néstor Kirchner fue una clara demostración de poder, en un proceso complejo en el que Cristina se anticipó a los que, minutos después de la muerte de su esposo, creían haberse anticipado para ganar el terreno de la llamada opinión pública. Como de costumbre, sin mediar respeto ni pudor, los voceros de esa pequeña clase social (la oligarquía, según la historia) pretendieron anticiparse con actitudes perversas que destilaron el espíritu golpista de siempre de la derecha. El caso de Rosendo Fraga es un ejemplo que resume todo: la derecha creyó que podría haber metido a la opinión pública en un estado de shock, de incertidumbre y desconcierto tras la muerte del líder. A menos de dos horas de confirmarse el fallecimiento, Fraga publicó una nota en el diario de los Mitre. Pero ese texto destituyente quedó de inmediato en el tacho de los ridículos cuando el funeral demostró ganar la escena de las interpretaciones sociales.
Esta vez, el discurso dominante de la derecha no pudo dominar y murió en su intento. Sus aparatos ideológicos fracasaron cuando quisieron mostrar un gobierno que se caía rápidamente tras la muerte del líder, como si ese liderazgo no tuviese herederos.
El desafío del Gobierno será mantenerse apegado al concepto de pueblo y seguir demostrando el fracaso de los intentos destituyentes. Será difícil porque la política es lucha y conflicto, un ir y venir de marchas y contramarchas (acaso causas y azares), todo lo contrario al pensamiento de la derecha, que cree que lo difícil es imposible.

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¿Quién le teme al Lobo Feroz?

Por Walter Goobar, Miradas al Sur. Con el cadáver de Néstor Kirchner aún tibio, los voceros rapaces del establishment mostraron sus afiladas garras. A escasos veinte minutos de la muerte del ex presidente, Eduardo Van der Kooy ya tenía subida su columna en la edición digital de Clarín, cargada de un triunfalismo mal disimulado.
En el impúdico análisis se puede leer la parte final donde expresa que estamos ante “un país condenado entre la tragedia y el drama”, luego de señalar la incertidumbre sobre el futuro del kirchnerismo ante el incipiente año electoral. Al día siguiente, el columnista continuó relamiéndose: “El deceso de Kirchner obligará a ahora a Cristina a un esfuerzo ingente para manejar la maltrecha maquinaria de poder que le dejó su marido como herencia. El denominador común sería, entonces, la concentración y el personalismo que el peronismo repite como una praxis que no le reditúa previsibilidad a la marcha de la Argentina”.
Ciertos príncipes de la ficción política ven la realidad compuesta sólo de dos elementos contradictorios que se van uniendo y separando indefinidamente, es un juego que ya inventaron los presocraticos, pero que los Morales Solá, los Fraga, los Van Der Kooy, los Blanck, los Grondona y los Fontevecchia han perfeccionado entre nosotros.
La misoginia rapaz de Rosendo Fraga tampoco se hizo esperar. En su columna de La Nación, este ex asesor del dictador Roberto Viola trata a la Presidenta como una esposa sumisa, sin poder de decisión. Fraga, de cuyo apellido proviene el término “fragote” que puso nombre a las asonadas militares en la que participaron sus antepasados y él mismo, se permitió elevar, con el muerto fresco, las condiciones a las que debería sumirse Cristina para ejercer el Poder. En este sentido, Fraga se limitó a intentar cerrar el círculo que inauguró el director de La Nación, José Claudio Escribano, cuando apenas asumido Kirchner en 2003 publicó en tapa el pliego de condiciones a las que debía someterse si quería completar el primer año de mandato: reacomodar las relaciones con el FMI, amnistiar a los militares, romper con Cuba.
Desde el mismo diario, Carlos Pagni recurrió a un procaz silogismo: si la muerte de Kirchner era comparable a la de Perón, Cristina es un equivalente de Isabelita, con lo que trató a la Presidenta de incapaz, de “dependiente emocional” y de “títere de su marido”.
El doctor Nelson Castro reduce la muerte de Kirchner a una patológica ambición de poder: “El caso del ex presidente expone, una vez más, la real magnitud de la enfermedad de poder. Es un mal que afecta a todos aquellos que se ubican en una posición de poder y que luchan por mantenerlo y aumentarlo. Es un mal que tiene un componente psicológico muy marcado, que potencia rasgos patológicos que cada uno de nosotros, como personas, tenemos y manifestamos en nuestra vida diaria”, escribió.
Es cierto que el poder desgasta... al que no lo tiene, pero no es menos cierto que el reduccionismo de este razonamiento troglodita también permitiría –por ejemplo–, explicar las elecciones sexuales en términos de salud o enfermedad.
En una nota titulada El triunfo cultural de Kirchner, Jorge Fontevecchia vaticina que “Cristina es la gran incógnita. Puede desarrollar resiliencia, asumir como presidenta plena y transformarse en candidata de su espacio político con mayores posibilidades de triunfo en las próximas elecciones que las que tenía su ex marido. O puede comenzar un proceso emocional que aterrice en el traspaso de poder en diciembre del año próximo con más o menos turbulencias, dependiendo de si se inclina al desapego de un duelo melancólico o al un nerviosismo de un proceso maniático”.
La derecha atraviesa un problema con la muerte de Kirchner: el cuento del Lobo Feroz, del Hombre de la Bolsa o del malvado de las historietas le resultaba funcional para seguir machacando con el mito del “aplastamiento de las instituciones”, el “clima de crispación y confrontación”, la “división de la sociedad” y todo el resto de fábulas utilizadas para ocultar la afectación de sus intereses y sus bolsillos. Paradójicamente, la muerte de Kirchner les permitió comprobar que estos relatos infantiles construidos con el mismo lenguaje de débiles mentales con que los adultos les hablamos a los niños cuando empiezan a descubrir el mundo, sólo sirvieron para asustar y engañar a aquellos adultos que pedían ser engañados, pero no idiotizaron a los jóvenes ni a los niños. Todo lo contrario.
Los Morales Solá, los Van Der Kooy, los Fraga y los Fontevecchia trasvistieron las fórmulas maniqueas de la literatura infantil –o de la historieta–, poblando a la Argentina de equivalentes modernos de reyes malvados, princesas encantadas, ogros infames. Suponen que sus lectores son tan cretinos como ellos mismos y escriben así para engañarlos con un mundo fantasioso y ajeno a ellos por completo.
Los jóvenes –que por lo general no entienden a los adultos–, comprendieron en cambio muy bien los motivos del Lobo Feroz, sobre todo porque el feroz y transgresor lobo Kirchner les permitió expresarse sin riesgos y sin hipocresía.
Aunque han perdido a su enemigo ideal, después de un tiempo prudencial e incierto los escribas de la derecha seguirán arremetiendo con sus relatos y sus fábulas para esmerilar a Cristina. Por las dudas deberían advertir que ahora hay una masa crítica de gente joven politizada y movilizada que no está para cuentos.
En ese sentido, uno de los legados más interesantes y efectivos que deja Kirchner es que obligó a partir aguas. Obligó a ponerse de un lado o de otro, cuando ya parecía imposible que la pasión política se reinstalara en este país.

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