Lo perverso en Macri
Por Sandra Russo, Página 12. La imagen de Soldati en el atardecer del jueves, cuando la Metropolitana se retiró por completo y dejó solos a esos vecinos y a esos ocupantes cuyo celo recíproco fogonearon el jefe de Gobierno porteño y sus funcionarios todo el día, trajo velozmente a la memoria el recuerdo de los saqueos del ’89 y los del 2001. En los dos casos, los acontecimientos desempozaron el perfil facho de esas clases medias que cuelgan de un alambre o a las que un alambrado separa de la exclusión.
Vuelvo a 1989: preanunciando la caída de Alfonsín, en el conurbano y en Rosario, turbas autóctonas sin nada avanzaban sobre supermercados y desbordaban a la policía, que era reclamada a los gritos por los vecinos de los barrios pobres, pero de cemento: hay una foto de una terraza muy precaria con su propietario encaramado en ella con una escopeta. Gritaba que se defendería “de los negros”. El Estado se retiraba y dejaba que el descontrol marcara el fin de un gobierno.
Esta vez fue distinto: fue el propio gobierno porteño el que convocó a esa escena. Lo hizo agitando antes de Navidad el tema de las escrituras para los pobladores “originales” de las villas (en Noticias Urbanas del 6 de diciembre se publican los dichos al respecto de Horacio Rodríguez Larreta y un debate con Aníbal Ibarra); lo hizo el martes, permitiendo que la Policía Metropolitana, a cargo de la custodia del predio, dejara entrar al grupo de punteros que precedió a la entrada masiva de ocupantes; lo hizo proporcionando un relato, a cargo de Mauricio Macri, según el cual la Policía Federal, al retirarse de una escena que ya tenía dos muertos y varios heridos, “dejaba solos a los vecinos”, y que la culpa de todo la tienen los bolivianos y peruanos y paraguayos que no paran de llegar porque el gobierno nacional no pone ninguna traba. Como simple espectador de noticieros tendenciosos y de discurso racista (“estos vecinos aclaran que ellos no son piqueteros, que están cortando la ruta por necesidad”, repetía un cronista que no obstante momentos después era acorralado por vecinos armados con machetes y armas de fuego. Esa crónica supone que la necesidad está del lado de la preservación del cemento y no, también, de la intemperie de los otros), uno advierte que hay un flanco que ningún informativo cubría: quiénes convocaron, quiénes lotearon, quiénes cobraron inscripciones en falsas listas de lotes, quiénes fueron los punteros que operaron desde varios días antes del conflicto.
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Vuelvo a 1989: preanunciando la caída de Alfonsín, en el conurbano y en Rosario, turbas autóctonas sin nada avanzaban sobre supermercados y desbordaban a la policía, que era reclamada a los gritos por los vecinos de los barrios pobres, pero de cemento: hay una foto de una terraza muy precaria con su propietario encaramado en ella con una escopeta. Gritaba que se defendería “de los negros”. El Estado se retiraba y dejaba que el descontrol marcara el fin de un gobierno.
Esta vez fue distinto: fue el propio gobierno porteño el que convocó a esa escena. Lo hizo agitando antes de Navidad el tema de las escrituras para los pobladores “originales” de las villas (en Noticias Urbanas del 6 de diciembre se publican los dichos al respecto de Horacio Rodríguez Larreta y un debate con Aníbal Ibarra); lo hizo el martes, permitiendo que la Policía Metropolitana, a cargo de la custodia del predio, dejara entrar al grupo de punteros que precedió a la entrada masiva de ocupantes; lo hizo proporcionando un relato, a cargo de Mauricio Macri, según el cual la Policía Federal, al retirarse de una escena que ya tenía dos muertos y varios heridos, “dejaba solos a los vecinos”, y que la culpa de todo la tienen los bolivianos y peruanos y paraguayos que no paran de llegar porque el gobierno nacional no pone ninguna traba. Como simple espectador de noticieros tendenciosos y de discurso racista (“estos vecinos aclaran que ellos no son piqueteros, que están cortando la ruta por necesidad”, repetía un cronista que no obstante momentos después era acorralado por vecinos armados con machetes y armas de fuego. Esa crónica supone que la necesidad está del lado de la preservación del cemento y no, también, de la intemperie de los otros), uno advierte que hay un flanco que ningún informativo cubría: quiénes convocaron, quiénes lotearon, quiénes cobraron inscripciones en falsas listas de lotes, quiénes fueron los punteros que operaron desde varios días antes del conflicto.
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