Ser periodista, un todo dialéctico
Toda producción periodística es una síntesis entre la autocensura y la libertad de expresión. Toda producción periodística afecta a un público en un claro conjugar de razones, emociones e intereses políticos, culturales, religiosos, sexuales y morales. El periodista vive expuesto a la aceptación y al rechazo, pero su camino está encauzado en esa tensa relación con el espacio público, del que no puede escapar. Hacemos periodismo, no comedia. La comedia es un estilo del género ficción. Ser periodista implica dirigirse al público en modo impersonal. Cuando el foco es nuestro “yo”, hacemos otra cosa y no periodismo.
El periodismo es un modo formidable de representar determinadas estructuras de la realidad, a través de un discurso que se genera y regenera en medios tecnológicos, con determinadas condiciones de posibilidad que intervienen en el espacio público.
Las estructuras objetivas de la realidad, la materia primaria del periodismo, son aquellas que distancian a la profesión periodística de la ficción, porque el periodismo es un todo dialéctico entre el periodista como sujeto y la realidad como objeto. En esa tensa mirada de lo real, hay un claro venir y devenir de constelaciones, pensares y decires. Opera entonces la subjetividad.
El periodista es un creador, constructor, productor, artista, presentador, representador, enunciador y coenunciador; es un comunicador porque interviene en la sociedad en una común unión con el público.
El periodista trabaja en un proceso de producción de sentido porque su objetivo es reconstruir el sentido de los hechos y palabras que relata.
La noticia es el género primario del periodismo. El periodismo existe por y para la noticia. Ella sorprende, asombra y llama la atención. Es como la muerte, lo más esperado por el hombre: la novedad. El título, el foco, la bajada, lo más importante primero. Ansiedad por saber. La pirámide está siempre patas arriba, invertida, refulgente. Sujeto y verbo, o el verbo primero: “Aprobó el parlamento europeo una ley para abolir el deseo”.
Toda producción periodística es una síntesis entre la autocensura y la libertad de expresión. La autocensura es el primer filtro del periodista y, en un profundo pensar, es parte de esa libertad condicionada con la que se convive. Pensar, decir, crear y publicar es un desafío al miedo de ser replicado. Toda producción periodística afecta a un público en un claro conjugar de razones, emociones e intereses políticos, culturales, religiosos, sexuales y morales. El periodista vive expuesto a la aceptación y al rechazo, pero su camino está encauzado en esa tensa relación con el espacio público, del que no puede escapar.
Hay dos cosas que nos cuesta mucho a los periodistas: convencernos de que alguien entiende lo que decimos y reflejar cuestiones personales. Las 24 horas estamos expuestos a que no nos entiendan y, encima, odiamos hablar en primera persona.
Hacemos periodismo, no comedia. La comedia es un estilo del género ficción. La ficción es un recurso que puede ser usado o no por el periodismo, pero el periodismo no es ficción. El teatro en la radio forma parte, por ejemplo, de programas periodísticos, pero solo como una parte y no como el todo. Se trabaja con lo real. Ser periodista implica dirigirse al público en modo impersonal, otra característica que nos diferencia de la ficción. Cuando el foco es nuestro “yo”, hacemos otra cosa y no periodismo.
El periodista actúa en la sociedad desde el lugar que le corresponde, con las posibilidades y prohibiciones que la profesión les marca: no es político, juez, fiscal, defensor, cantante, ni comediante. La profesión es un régimen marcado por su propia disciplina.
El periodista no escribe cartas abiertas, testamentos, fallos judiciales, decretos, leyes ni sermones religiosos. Construye noticias, crónicas, entrevistas, artículos, columnas de opinión y editoriales. En todos los casos, la actualidad y la tercera persona marcan los límites de la profesión.
Este es el marco disciplinario y libertario del género periodístico. El saber y el conocer, dar a conocer y saber hacer, implica una formación profesional amplia, compleja, en un repaso profundo por la historia del hombre y su contexto para interpretar la actualidad.
El periodismo no es un mero relato de lo que otros hacen o dicen, sino una reconstrucción compleja de la realidad que representa una verdad como compromiso ético irrenunciable.
En su denominada Carta Abierta a la Junta Militar, en 1977, Rodolfo Walsh escribió un claro informe periodístico, en un justificado cruce con sus sentimientos más profundos, el día antes de su asesinato. En ese texto, que sin dudas reflejó el triste sentimiento de la vida, él no se presentó como un “yo” en cuestión. La noticia, en esa carta, no fue el autor sino los hechos que ese autor informó.
Su entrada, el primer párrafo, expone claramente a esa Carta Abierta como una representación de la realidad basada en estructuras objetivas de lo que ocurría en la dictadura y no incluye quejas personales ni monólogos de teatro. Dice: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”.
Por todo lo expuesto, el periodismo es un todo dialéctico. “El mejor oficio del mundo”, según Gabriel García Márquez; “el mejor de los oficios terrestres”, según Walsh.
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