El 27-D de la Corte
PARA ENTENDER |
■ Otra demora para aplicar la ley de medios
■ Archivo | Otro eslabón en la trama de Clarín
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La reciente decisión de la Corte de avalar la extensión de la cautelar que protege al Grupo Clarín de la ley de medios es el mayor desafío político del tribunal al Gobierno. Sorprende el giro copernicano de los supremos. Tomar como válidos los argumentos de la Cámara Civil y Comercial, cuyos integrantes viajaron a Miami pagados por el multimedios, hiere el prestigio de la máxima instancia de la justicia argentina.
Por Roberto Caballero
Tiempo Argentino
El último fallo de la Corte Suprema de Justicia, un texto teñido de ínfulas corporativas y retrocesos doctrinarios, es el mayor desafío político del tribunal presidido por Ricardo Lorenzetti al gobierno nacional. La otra certeza es que Raúl Zaffaroni hay uno solo. Para bien y para mal.
La escasa o nula voluntad de la mayoría de sus miembros para acompañar la política antimonopólica oficial quedó desnuda. ¿Cómo debería leerse, si no, el rechazo en dos oportunidades al per saltum? Aunque técnicamente ambas negativas pudieron estar fundadas, en este último caso los supremos tenían la opción de resolver el recurso extraordinario, extinguir la cautelar y dejar la discusión sobre la constitucionalidad para más adelante. Con esto, equilibraban los desaires al Ejecutivo y ponían en vigencia la ley para todos los grupos comunicacionales.
Pero no. Decidieron extender la cautelar hasta que se resuelva el fondo del asunto, que ahora quedó en manos de una cámara polémica. Todo esto sin fecha y sin apuro. Camino al libro Guinness, casi: la cautelar más larga del mundo es argentina, de Clarín, y la avaló la Corte Suprema, que desoyó lo resuelto por Alfonso, también el pedido de la procuradora Alejandra Gils Carbó para darla por extinguida y, lo más raro, se desdijo de su fallo del 22 de mayo último. ¿Acaso no fue el máximo tribunal el que dijo entonces que las cautelares no debían ser eternas y fijó el 7D como fecha límite? Está escrito.
Sorprende el giro copernicano de los cortesanos. Tomar como válidos los argumentos pro-cautelar de la Sala I de la Cámara en lo Civil y Comercial Federal, cuyos integrantes viajaron a Miami invitados por Clarín, pone a los supremos hiriendo su propio e histórico prestigio: el de pertenecer a una Corte moderna que sepultó la mayoría automática del menemismo gracias al aval e impulso político del kirchnerismo gobernante.
Todas las mayorías automáticas son malas: también las que no dejan gobernar a un gobierno elegido por la voluntad popular. La independencia declamada como credo judicial no puede ser menos independiente de los grupos económicos concentrados. ¿Se acostumbrará la Corte a recibir menos halagos en el futuro, después de haber decidido poner en el limbo nuevamente a la Ley de Medios de la democracia? Hacer política es también hacerse cargo de sus consecuencias.
El tribunal inferior en el que se apoyaron argumentalmente para desestimar el pedido oficial está cuestionado tanto por el Ministerio de Justicia como por la Procuración General de la Nación, que denunció que estos camaristas viajantes resolvieron recusaciones actuando como "jueces y parte", sin olvidar que sus miembros están siendo penalmente investigados.
A la Corte, sin embargo, sus planteos le parecieron "razonables", mientras que los del Estado no pudieron demostrar "que haya riesgo o gravedad" en prorrogar la cautelar.
"¿Por qué la Corte hizo lo que hizo?", se preguntaban, asombrados, en la Casa Rosada, la tarde del jueves 27. La apuesta oficial era, en verdad, otra. Se suponía que los supremos rechazarían el per saltum, pero había confianza en que también harían caer la cautelar, mientras dejaban tramitar la apelación de Clarín y la ley recobraba vigencia plena. ¿Fue una mala estrategia judicial? Por los antecedentes, no parecía.
A juzgar por los resultados, claramente no fue exitosa. Quizá el gobierno fue víctima de un espejismo. Hace 20 días, entre los principales despachos de Balcarce 50 corrió un rumor que algunos dieron por cierto y otros calificaron como un disparate. Decía que Lorenzetti o gente cercana a él se había reunido con representantes de Clarín. Que estos le habrían pedido tiempo y que el reelecto presidente de la Corte habría respondido que hasta la puerta del cementerio los acompañaba, pero de ninguna manera se enterraba junto a ellos.
En simultáneo, el diario Perfil dejaba trascender que Lorenzetti quería sacar la constitucionalidad de la ley por unanimidad y que había una precaria mayoría a favor. Todo esto, más cierta fatiga de guerra en algunas espadas del gobierno, pudo haber servido para alimentar el espejismo de un Poder Judicial que, después de 38 meses de trato benevolente hacia Clarín, le decía finalmente que no a un grupo económico.
Con "el diario del lunes en la mano", es decir, leyendo el fallo cortesano del 27D, lo que se confirma es que pensar bien fue un error. Hasta los disparates, por ejemplo, de identificar a Lorenzetti con Julio Cobos, se tornan verosímiles.
En un escenario tan poco edificante, la disidencia de Zaffaroni reconcilia con la idea de justicia. Tomó el dictamen de Gils Carbó y se opuso a prorrogar la vigencia de la cautelar. No fue el mismo caso el de Carmen Argibay: según ella, no hacía falta dejar constancia de que el año de adecuación está vencido para Clarín, porque eso recién habrá de verse cuando el expediente llegue a la Corte.
La coincidencia general es que eso sucederá a fines de 2013. O para decirlo en plazos del calendario político, después de las elecciones de medio término.
Clarín consiguió tiempo para erosionar al kirchnerismo y dañar sus chances electorales; y con eso la posibilidad de soñar en un cambio del mapa político que aleje la implementación de la ley.
En concreto, para generar un escenario hostil o adverso al oficialismo, que ayude al sector más conservador de la Corte a promover su inconstitucionalidad. Los que crean que esto es imposible deberían verlo en su propia dinámica.
El último fallo de los supremos es, de alguna manera, hijo de la deslegitimación que se viene estimulando desde la prensa hegemónica del triunfo por el 54% en 2011. El 27D de la Corte es como el 13S o el 8N de Clarín y La Nación. Necesita del convencimiento de que el kirchnerismo agoniza para animarse.
Aunque en realidad ocurra lo contrario.
Lo raro es que hayamos llegado hasta acá.
Feliz 2013.
Por Roberto Caballero
Tiempo Argentino
El último fallo de la Corte Suprema de Justicia, un texto teñido de ínfulas corporativas y retrocesos doctrinarios, es el mayor desafío político del tribunal presidido por Ricardo Lorenzetti al gobierno nacional. La otra certeza es que Raúl Zaffaroni hay uno solo. Para bien y para mal.
La escasa o nula voluntad de la mayoría de sus miembros para acompañar la política antimonopólica oficial quedó desnuda. ¿Cómo debería leerse, si no, el rechazo en dos oportunidades al per saltum? Aunque técnicamente ambas negativas pudieron estar fundadas, en este último caso los supremos tenían la opción de resolver el recurso extraordinario, extinguir la cautelar y dejar la discusión sobre la constitucionalidad para más adelante. Con esto, equilibraban los desaires al Ejecutivo y ponían en vigencia la ley para todos los grupos comunicacionales.
Pero no. Decidieron extender la cautelar hasta que se resuelva el fondo del asunto, que ahora quedó en manos de una cámara polémica. Todo esto sin fecha y sin apuro. Camino al libro Guinness, casi: la cautelar más larga del mundo es argentina, de Clarín, y la avaló la Corte Suprema, que desoyó lo resuelto por Alfonso, también el pedido de la procuradora Alejandra Gils Carbó para darla por extinguida y, lo más raro, se desdijo de su fallo del 22 de mayo último. ¿Acaso no fue el máximo tribunal el que dijo entonces que las cautelares no debían ser eternas y fijó el 7D como fecha límite? Está escrito.
Sorprende el giro copernicano de los cortesanos. Tomar como válidos los argumentos pro-cautelar de la Sala I de la Cámara en lo Civil y Comercial Federal, cuyos integrantes viajaron a Miami invitados por Clarín, pone a los supremos hiriendo su propio e histórico prestigio: el de pertenecer a una Corte moderna que sepultó la mayoría automática del menemismo gracias al aval e impulso político del kirchnerismo gobernante.
Todas las mayorías automáticas son malas: también las que no dejan gobernar a un gobierno elegido por la voluntad popular. La independencia declamada como credo judicial no puede ser menos independiente de los grupos económicos concentrados. ¿Se acostumbrará la Corte a recibir menos halagos en el futuro, después de haber decidido poner en el limbo nuevamente a la Ley de Medios de la democracia? Hacer política es también hacerse cargo de sus consecuencias.
El tribunal inferior en el que se apoyaron argumentalmente para desestimar el pedido oficial está cuestionado tanto por el Ministerio de Justicia como por la Procuración General de la Nación, que denunció que estos camaristas viajantes resolvieron recusaciones actuando como "jueces y parte", sin olvidar que sus miembros están siendo penalmente investigados.
A la Corte, sin embargo, sus planteos le parecieron "razonables", mientras que los del Estado no pudieron demostrar "que haya riesgo o gravedad" en prorrogar la cautelar.
"¿Por qué la Corte hizo lo que hizo?", se preguntaban, asombrados, en la Casa Rosada, la tarde del jueves 27. La apuesta oficial era, en verdad, otra. Se suponía que los supremos rechazarían el per saltum, pero había confianza en que también harían caer la cautelar, mientras dejaban tramitar la apelación de Clarín y la ley recobraba vigencia plena. ¿Fue una mala estrategia judicial? Por los antecedentes, no parecía.
A juzgar por los resultados, claramente no fue exitosa. Quizá el gobierno fue víctima de un espejismo. Hace 20 días, entre los principales despachos de Balcarce 50 corrió un rumor que algunos dieron por cierto y otros calificaron como un disparate. Decía que Lorenzetti o gente cercana a él se había reunido con representantes de Clarín. Que estos le habrían pedido tiempo y que el reelecto presidente de la Corte habría respondido que hasta la puerta del cementerio los acompañaba, pero de ninguna manera se enterraba junto a ellos.
En simultáneo, el diario Perfil dejaba trascender que Lorenzetti quería sacar la constitucionalidad de la ley por unanimidad y que había una precaria mayoría a favor. Todo esto, más cierta fatiga de guerra en algunas espadas del gobierno, pudo haber servido para alimentar el espejismo de un Poder Judicial que, después de 38 meses de trato benevolente hacia Clarín, le decía finalmente que no a un grupo económico.
Con "el diario del lunes en la mano", es decir, leyendo el fallo cortesano del 27D, lo que se confirma es que pensar bien fue un error. Hasta los disparates, por ejemplo, de identificar a Lorenzetti con Julio Cobos, se tornan verosímiles.
En un escenario tan poco edificante, la disidencia de Zaffaroni reconcilia con la idea de justicia. Tomó el dictamen de Gils Carbó y se opuso a prorrogar la vigencia de la cautelar. No fue el mismo caso el de Carmen Argibay: según ella, no hacía falta dejar constancia de que el año de adecuación está vencido para Clarín, porque eso recién habrá de verse cuando el expediente llegue a la Corte.
La coincidencia general es que eso sucederá a fines de 2013. O para decirlo en plazos del calendario político, después de las elecciones de medio término.
Clarín consiguió tiempo para erosionar al kirchnerismo y dañar sus chances electorales; y con eso la posibilidad de soñar en un cambio del mapa político que aleje la implementación de la ley.
En concreto, para generar un escenario hostil o adverso al oficialismo, que ayude al sector más conservador de la Corte a promover su inconstitucionalidad. Los que crean que esto es imposible deberían verlo en su propia dinámica.
El último fallo de los supremos es, de alguna manera, hijo de la deslegitimación que se viene estimulando desde la prensa hegemónica del triunfo por el 54% en 2011. El 27D de la Corte es como el 13S o el 8N de Clarín y La Nación. Necesita del convencimiento de que el kirchnerismo agoniza para animarse.
Aunque en realidad ocurra lo contrario.
Lo raro es que hayamos llegado hasta acá.
Feliz 2013.
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