Cartas
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En el Día del Periodista, el recuerdo de Rodolfo Walsh. Su Carta Abierta a la Junta Militar, en la que denuncia las atrocidades a un año de instalada la dictadura cívico-militar, se magnifica ante los brulotes que reproduce la prensa cómplice de los ejecutores del exterminio y las cartas leídas ante cámara, en las que abundan las difamaciones.
Hace 36 años, las primeras copias de una carta se descargaban en un
buzón. Está firmada: Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022 Buenos Aires, 24 de marzo de 1977. Es la Carta Abierta a la Junta Militar,
redactada a un año del golpe de Estado que marcó el inicio del terror en la
Argentina, en la que Walsh denuncia las atrocidades perpetradas por el llamado
Proceso de Reorganización Nacional.
El año pasado, instalaron en lo que fue la Esma una obra de León Ferrari,
cuyo hijo Ariel fue desaparecido. Son catorce paneles de vidrio dispuestos como
un biombo desplegado, en los que se grabó el texto de la Carta con la misma
tipografía con la que Walsh la escribió en su Olympia portátil, según contó
Lilia Ferreyra, su última esposa.
Se sabe: la Carta de Walsh, desaparecido tras redactarla, es un símbolo
del compromiso de un periodista y escritor que describió, con el arte de su
buena prosa, el infierno que sobrevino con los cuarteles convertidos en campos
de concentración, los secuestros, la tortura sin límite y el fusilamiento sin
juicio, hechos que, como dice la Carta, no son “los que mayores sufrimientos
han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos
humanos”.
Walsh denuncia un país cuya política económica “sólo reconoce como
beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora
y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la
Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados
personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”.
Ello, claro está, propiciado con la reducción del salario real de los
trabajadores al 40%, la disminución de su participación en el ingreso nacional
al 30%, el aumento de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero
para pagar la canasta familiar, “resucitando así formas de trabajo forzado que
no persisten ni en los últimos reductos coloniales”.
Walsh cierra la Carta con el escepticismo de no ser escuchado. Sin
embargo, el texto sobrevive al olvido porque describe, con rigor periodístico,
una realidad vigente hasta hace poco, aun después de la vuelta de la democracia.
Y se magnifica ante los brulotes que reproduce la prensa cómplice de los operadores del exterminio denunciado por Walsh y las cartas leídas ante
cámara, en las que la prosa, los exabruptos, los gestos y las adjetivaciones denigran
la profesión de periodista.
Son esas cartas en las que, en nombre de un periodismo al que llaman hipócritamente “independiente”, poco se denuncia y mucho se difama.
Son esas cartas en las que, en nombre de un periodismo al que llaman hipócritamente “independiente”, poco se denuncia y mucho se difama.
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