|||||
Inicio
Data.Chaco
Urbano
Vademécum
El Pelafustán
RSS

12.9.09

Deleznable embestida de la oposición y la prensa


Fito Paniagua

Desde que se desató el conflicto entre el Gobierno y el “campo” (palabra que el periodismo usa para referirse a la patronal ruralista), a principios de 2008, la oposición y la prensa ligada a los sectores más reaccionarios de Argentina lanzaron una ofensiva contra la presidenta Cristina de Kirchner con golpes tan burdos y montaraces que, si no fuera por que están en juego las instituciones de la república y el futuro del país, nadie podría tomárselos en serio.

Sólo en las últimas semanas, la televisación gratis del fútbol y el proyecto de ley de medios audiovisuales, dos medidas impulsadas por la Presidenta que apuntan claramente a desarticular los grandes negocios del grupo de medios Clarín, provocaron un vendaval de reacciones insensatas, temerarias y delirantes.
En nombre de la libertad de expresión, gran parte del periodismo se sumó, ingenuamente o no, a la oprobiosa operación mediática de Clarín, que, de aprobarse la ley, verá reducido su poder de concentrar la difusión de la información a través de más de 260 empresas.
El multimedios, que vivió una especie de luna de miel con el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), decidió presentar batalla a la nueva ley desde que, en marzo de este año, la Presidenta anunció el proyecto y la discusión en foros de una legislación que reemplazara a la heredada de la última dictadura militar. Ahora, con el proyecto ya en el parlamento, Clarín no oculta su disgusto y opera. El canal de noticias TN, que pertenece al grupo, presentó la medida como “la ley de medios K”, ubicando la K (de Kirchner) en el lugar preciso, para que se entienda lo que el multimedios quiere que se entienda.
La oposición se prestó a ese juego con un argumento avieso y, sin duda, autoritario. Salió a pedir que el proyecto de ley se trate después del 10 de diciembre, cuando el Congreso cambiará su composición, porque consideran que, tras la derrota electoral del oficialismo en las últimas legislativas, el parlamento actual “no es legítimo”. El criterio no resiste el menor análisis, pero si en un rapto de irresponsabilidad se lo tomase en serio, bien podría pedirse la clausura del Congreso hasta aquella fecha por “composición ilegítima”.

Negocio y libertad de expresión
Muchos periodistas de renombre, como Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro y Ernesto Tenembaum, se sumaron a la ofensiva de Clarín con el planteo de que la nueva ley tiende a restringir la libertad de expresión y a crear un grupo de medios serviles al Gobierno a través de la entrega discrecional de licencias, sin reparar siquiera que los Kirchner probablemente en dos años no estén más en el poder. Castro y Tenembaum trabajan en radio Mitre y TN, empresas del grupo Clarín.
La legendaria conductora de TV Mirtha Legrand, en su programa de América (el canal del opositor Francisco De Narváez), calificó el proyecto oficialista de “autoritario, dictatorial y casi fascista”, y preguntó a los invitados a su mesa si, con esta ley, ella podría “seguir criticando” al Gobierno. Lo dijo Mirtha, la misma señora que, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente hondureño Miguel Zelaya, no tuvo reparos en confesar ante las cámaras que lo de Honduras nada le importaba.
Otros periodistas, muy pocos, prefirieron la soledad antes que la incoherencia y el dislate. Es el caso de Víctor Hugo Morales, que, en su programa de radio Continental (del grupo español Prisa, dueño del diario El País), criticó con dureza a la oposición por ser funcional a los intereses de Clarín y defender un gran negocio, con la libertad de expresión como bandera.
Morales ya había marcado diferencias con la corporación periodística ante la ruptura del contrato entre la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y TSC, la empresa que manejaba con exclusividad la televisación del fútbol. Sin eufemismos, el prestigioso relator puso negro sobre blanco y tildó de “estafa” las transmisiones de los partidos de primera división en TyC, canal que pertenece al grupo Clarín.
Pese a ser deleznable, la embestida opositora y periodística tiene una fuerte aceptación en lo que se denomina la “gente”, esa construcción mediática que agrupa a oyentes, lectores y televidentes, que, al igual que los medios, tiende a simplificar hasta el límite de lo intolerable las cuestiones más complejas y resulta funcional a los sectores más retardatarios de la política y al establishment, que trinan cada vez que el Gobierno toma medidas con algún tinte progresista.

El mensaje de las urnas

La crispación que gobierna hoy a la oposición política y sus aliados empezó a cobrar fuerza hace más de un año, cuando se inició la lucha de la patronal ruralista, renuente a pagar más impuestos pese a las ganancias acumuladas durante al menos cinco años. La oposición, atomizada y sin referentes respetables, aprovechó la arremetida del sector para posicionarse electoralmente con vistas a las legislativas del 28 de junio de este año, cuando se votó para renovar el Congreso.
Tras las elecciones, el discurso opositor empezó a articularse con la noción de que la derrota del Gobierno en esos comicios -y, por sobre todo, la de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires- es condición suficiente para dar por terminado el mandato presidencial de Cristina de Kirchner, que finaliza en 2011. Ése fue “el mensaje de las urnas”, repiten hasta el hartazgo dirigentes políticos, la patronal ruralista, periodistas, los que opinan en los medios, para justificar sus no tan solapadas pretensiones cuasigolpistas.
Personajes como el dirigente ruralista entrerriano Alfredo De Angeli, cuya última fechoría fue apretar a senadores para que votaran en contra de una ley, y Hugo Biolcati, presidente de la Sociedad Rural, cuyos discursos están impregnados de retórica videlista, abonan todo el tiempo al clima de virulencia sin escandalizar a nadie.
Por si esto fuera poco, en 2008, el vicepresidente Julio Cobos, un (ex) radical hoy ex aliado al kirchnerismo, puso el germen de un aquelarre institucional bochornoso. Como presidente del Senado, Cobos desempató a favor del “campo” durante la votación de un aumento de las retenciones a las exportaciones, medida que llevó a la patronal ruralista a un lock out de cuatro meses. Cobos, convertido en casi héroe nacional por su famoso “voto no positivo”, se pasó a la oposición pero aún sigue siendo el vicepresidente.
El antikirchnerismo, el poderoso aparato periodístico del establishment y una gran parte de la opinión pública aplaudieron el desatino institucional de Cobos, entusiasmados con la idea de que el golpe artero del vicepresidente en el Senado haría claudicar al Gobierno ante la atrincherada patronal ruralista.
Cobos, símbolo del decoro republicano según los medios, devino en un provocador. Esta semana reunió a los líderes de la oposición (Mauricio Macri y De Narváez, entre ellos), para acordar una estrategia contra la ley de medios e insistir en que el Congreso carece de legitimidad para sancionar leyes (¿!).

Tolerancia con lo intolerable

Al igual que con la apostasía de Cobos y los raptos autoritarios de la oposición, la prensa exhibe una tolerancia inusual con los actos patoteros de De Angeli, el chacarero con derecho a cortar rutas, tomar bancos, apretar a legisladores y a insultar a quienes no piensan como él, y con el discurso “procesista” de Biolcati. En cambio, no le perdona nada a la Presidenta.
Así, cuando Cristina de Kirchner se confesó víctima de “fusilamientos mediáticos”, en un discurso en que recordó a Manuel Dorrego (el gobernador bonaerense fusilado en el siglo XIX), y comparó desacertadamente los “secuestros” de goles que hacía el canal TyC con los desaparecidos de la dictadura, la prensa reaccionó sin piedad, quizá porque a gran parte de ella aún le incomoda toda referencia a la oscura etapa del proceso militar.
Como si se tratara de un reflejo condicionado, la oposición se espanta ante cada medida del Gobierno. Y, en el espanto, sectores antagónicos ideológicamente se unen para dar batalla. Es el caso del dirigente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, que terminó aliado a la Sociedad Rural, ícono del conservadurismo más recalcitrante y con pasado nefasto.
Semejante clima de intolerancia y desmesura no hace más que confirmar que hay sectores de la sociedad que están dispuestos a todo tipo de atropellos con tal de defender sus intereses. Para ellos, la democracia y la república pueden incluso ponerse en suspenso si los gobernantes no actúan según sus pretensiones. La despiadada lucha de la patronal ruralista y la estólida demanda de la oposición de “paralizar” el Congreso hasta diciembre constituyen claros ejemplos de hasta dónde se puede llegar.
Con ese panorama desalentador y pavoroso, habría que darle la razón al actor Diego Capusotto, que, en una entrevista con la revista Veintitrés, dijo: “Te hacés peronista por lo que está enfrente, que tiene una raíz antiperonista. No son nihilistas, a un nihilista yo lo respeto. Pero a lo que está enfrente, nunca lo he respetado… (El peronismo) es algo que tal vez no fue posible, pero sobrevoló como posibilidad. En el otro lado, nada, la restauración conservadora, esa cosa espantosa”.
Preocupa que esos sectores, adalides de un pensamiento retrógrado y con prontuarios antidemocráticos y antirrepublicanos, puedan, con la aquiescencia de una sociedad desquiciada e intolerante, volver a gobernar el país.

No hay comentarios:

Data.Chaco

Urbano

Vademécum