La paloma de Duhalde
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Por Alicia Dujovne Ortiz, Página 12. Cuando yo era chica, mi madre, bolche si las hubo, solía referirse a un misterioso personaje llamado “pequeñoburgués”. A juzgar por el rictus de sus labios, el tamañito del personaje no la enternecía para nada. Además, la mención del pequeñuelo iba siempre acompañada por la palabra “prejuicio”. Un montón de cosas que a mí me encantaban eran desechadas categóricamente por formar parte del “prejuicio pequeñoburgués”. Con el correr del tiempo tuve por fuerza que admitir la existencia real del enanito, y comprender, de paso, que su pequeñez no sólo se relacionaba con su bolsillo, menos abultado que el del gran burgués, sino con las dimensiones de su cerebro. No es que la gran burguesía no tenga cerebro de mosquito, sino que el del pequeñoburgués se empequeñece en la medida misma de su terror a que los haberes se le reduzcan todavía más, y a pasar de medio o cuarto de burgués a pobre entero. La definición del pequeño burgués y de su prejuicio podría justamente ser: alguien con miedo.
¿De qué? De que el diferente no se le vaya a convertir en semejante o, más bien, de que él no se encuentre de buenas a primeras convertido en otro: pobre, negro y feo. Y maloliente, ya que estamos. Cuando Jacques Chirac quiso congraciarse con la mayoría de pequeñoburgueses prejuiciosos que integra su país, aludió a “los olores” de la inmigración. Lo mismo ha hecho Sarkozy con los gitanos, obteniendo como compensación un 60 por ciento de opiniones pequeñoburguesas favorables, y lo mismito, para decirlo en boliviano, acaba de hacer Macri.
La falta de ternura de mi madre hacia el personajito de marras se basaba en cierto conocimiento de la historia. ¿Cómo se arma un pogrom? Atizando el miedo de los pequeños y, créase o no, su envidia: ese judío ropavejero tiene más plata que yo, a ese negro de mierda lo ayudan con planes y a mí no. Siempre hay un Zar o un Führer que echa leña al fuego y siempre los punteros por ellos enviados con el objeto de excitar al pequeñoburgués encuentran las palabras justas para que el temeroso y/o envidioso, en general buen muchacho, buen padre y buen amigo, se vuelva criminal.
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Por Eduardo Fabregat, Página 12. La escena se desarrolla en el blanco y negro televisivo de 1978 y el audio tiene su soplido, pero las palabras llegan con absoluta claridad. Almuerzan con la señora Mirtha Legrand el señor Claudio Levrino, actor; la señora Susana Giménez, actriz, vedette; la señorita Ginette Reynal, modelo; y el señor Laureano Brizuela, cantante. Y es Brizuela, precisamente, el que lleva la voz cantante con eso de la “campaña antiargentina en el exterior”, a lo que todos asienten enfáticamente: “Nadie sabe la tranquilidad que se respira acá, ahora más que nunca”, dice el muchachito de traje blanco, y Susana señala que “lo que detesto más en la vida es que la gente juzgue algo que no conoce”, y Mirtha repite que “estamos viendo una campaña organizada”. Y luego todos se emocionan por el Mundial, y por cómo “nos nacionalizó, nos argentinizó”, y la señora apunta que fue al último partido y todos lloraban y el presidente Videla también, el presidente tenía lágrimas en los ojos, y que se acuerda y se emociona de nuevo. Y cierra: “¿Qué tal está el postre, está rico, chicos?”
Esta semana, en un programa televisivo de Uruguay, Federico Luppi pateó el hormiguero: “No sé qué me irrita más de Mirtha: si su profunda y extensa ignorancia o el estado totalmente reaccionario de su alma. Un alma pobre. Dice cosas que son realmente agresivas y que desmienten la capacidad humana que tenemos de convivir”. Cuando se le mostró una foto de Giménez, el actor pidió permiso para utilizar términos fuertes y señaló que “Susana caga por la boca”. Dolida, la diva de los almuerzos pidió que la Presidenta “tome cartas en el asunto” y no dudó en apuntar al Gobierno por las declaraciones de un particular. “Utilizó el mismo término que Aníbal Fernández. ¿Quiénes les dan letra a los que hablan mal de las figuras? Jamás en mi vida vi algo así. Hay alguien que les da letra. El Gobierno debería fijarse cómo hablan los actores que promueven. ¡Dios mío! ¿Qué es esto? ¿Una dictadura?” Susana prefirió apuntar que “las declaraciones me sorprendieron... Me dijeron que no está muy bien, la verdad que no tengo nada que decir, para mí fue un gran actor y bueno, estará pasando un mal momento”. No faltó quien disparara munición gruesa sobre Luppi aludiendo a cuestiones de su vida privada, solapando las causas del brulote, el porqué de la referencia a esas dos figuras.
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Por Daniel Casal, Noticias Argentinas. Emilio Massera murió por un “paro cardiorrespiratorio no traumático”. Justo él, el mayor ideólogo de las muertes traumáticas de una generación de argentinos que se opuso a la instauración de un modelo político y económico salvaje.
Pero no importa su manera de partir, sino que el juicio de la historia ya le haya dedicado para siempre buena parte de las hojas más negras, esas que ya nunca podrán blanquearse. Por más que diarios como Clarín sólo ubiquen a la noticia en un recuadro de tapa y que una de sus notas de cabeza de página haya sido: Hay nidos de pájaros en la Esma, el lugar donde Massera alojó el horror. Ni que La Nueva Provincia de Bahía Blanca –ciudad cuna de marinos– publique: “Massera, no fue, demás está decirlo, la mezcla de Maquiavelo y asesino serial que han pintado sus enemigos, tan feroces a la hora de enjuiciarlo con la pluma, como lo habían enfrentado antes en esa tremenda guerra civil en la cual ellos llevaron la peor parte”.
El oscuro almirante representó a las mil caras en que puede dibujarse el terror. Fue el mentor de Alfredo Astiz con su infiltración entre las primeras Madres de Plaza de Mayo y las monjas francesas. El inventor de los “vuelos de la muerte”, cuando aviones de la Armada tiraban cuerpos de desaparecidos que aún permanecían vivos. El constructor de ese monumento del horror que significa la Escuela de Mecánica de la Armada, hoy convertida, con estricta justicia, en un Museo de la Memoria. El perseguidor en el exterior de aquellos encargados de la supuesta campaña “antiargentina” y el matador del periodista Rodolfo Walsh.
Ahora, me queda más claro, que cada uniformado que nos perseguía por aquellos días estaba representado en la imagen siniestra de un hombre peinado a la gomina y cejas tupidas. Allí estaba en cada marcha que se organizaba en contra del Proceso, en cada persecución a estudiantes, trabajadores e intelectuales.
En esos profesores venidos de la Armada, o de otras fuerzas, o en cada plan de estudio que quería hacer creer que la filosofía se debatía sobre todo entre platónicos y aristotéĺicos y concluía con el alemán Immanuel Kant. O que la historia argentina se enaltecía con Julio Argentino Roca y terminaba en Félix Uriburu, líder del primer golpe de Estado en la Argentina.
En cada libro que no pudimos leer, en cada película censurada, en aquellos cantantes que no pudimos escuchar y en tanto oscurantismo. Massera quiso seguir una carrera política luego del Proceso, tras la debacle de Malvinas, pero las luchas populares ya lo habían condenado para siempre.
Es que como escribió Mario Benedetti en El sur también existe: “Aquí abajo, abajo, cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite”.
Por Walter Goobar, Miradas al Sur. Con el cadáver de Néstor Kirchner aún tibio, los voceros rapaces del establishment mostraron sus afiladas garras. A escasos veinte minutos de la muerte del ex presidente, Eduardo Van der Kooy ya tenía subida su columna en la edición digital de Clarín, cargada de un triunfalismo mal disimulado.
En el impúdico análisis se puede leer la parte final donde expresa que estamos ante “un país condenado entre la tragedia y el drama”, luego de señalar la incertidumbre sobre el futuro del kirchnerismo ante el incipiente año electoral. Al día siguiente, el columnista continuó relamiéndose: “El deceso de Kirchner obligará a ahora a Cristina a un esfuerzo ingente para manejar la maltrecha maquinaria de poder que le dejó su marido como herencia. El denominador común sería, entonces, la concentración y el personalismo que el peronismo repite como una praxis que no le reditúa previsibilidad a la marcha de la Argentina”.
Ciertos príncipes de la ficción política ven la realidad compuesta sólo de dos elementos contradictorios que se van uniendo y separando indefinidamente, es un juego que ya inventaron los presocraticos, pero que los Morales Solá, los Fraga, los Van Der Kooy, los Blanck, los Grondona y los Fontevecchia han perfeccionado entre nosotros.
La misoginia rapaz de Rosendo Fraga tampoco se hizo esperar. En su columna de La Nación, este ex asesor del dictador Roberto Viola trata a la Presidenta como una esposa sumisa, sin poder de decisión. Fraga, de cuyo apellido proviene el término “fragote” que puso nombre a las asonadas militares en la que participaron sus antepasados y él mismo, se permitió elevar, con el muerto fresco, las condiciones a las que debería sumirse Cristina para ejercer el Poder. En este sentido, Fraga se limitó a intentar cerrar el círculo que inauguró el director de La Nación, José Claudio Escribano, cuando apenas asumido Kirchner en 2003 publicó en tapa el pliego de condiciones a las que debía someterse si quería completar el primer año de mandato: reacomodar las relaciones con el FMI, amnistiar a los militares, romper con Cuba.
Desde el mismo diario, Carlos Pagni recurrió a un procaz silogismo: si la muerte de Kirchner era comparable a la de Perón, Cristina es un equivalente de Isabelita, con lo que trató a la Presidenta de incapaz, de “dependiente emocional” y de “títere de su marido”.
El doctor Nelson Castro reduce la muerte de Kirchner a una patológica ambición de poder: “El caso del ex presidente expone, una vez más, la real magnitud de la enfermedad de poder. Es un mal que afecta a todos aquellos que se ubican en una posición de poder y que luchan por mantenerlo y aumentarlo. Es un mal que tiene un componente psicológico muy marcado, que potencia rasgos patológicos que cada uno de nosotros, como personas, tenemos y manifestamos en nuestra vida diaria”, escribió.
Es cierto que el poder desgasta... al que no lo tiene, pero no es menos cierto que el reduccionismo de este razonamiento troglodita también permitiría –por ejemplo–, explicar las elecciones sexuales en términos de salud o enfermedad.
En una nota titulada El triunfo cultural de Kirchner, Jorge Fontevecchia vaticina que “Cristina es la gran incógnita. Puede desarrollar resiliencia, asumir como presidenta plena y transformarse en candidata de su espacio político con mayores posibilidades de triunfo en las próximas elecciones que las que tenía su ex marido. O puede comenzar un proceso emocional que aterrice en el traspaso de poder en diciembre del año próximo con más o menos turbulencias, dependiendo de si se inclina al desapego de un duelo melancólico o al un nerviosismo de un proceso maniático”.
La derecha atraviesa un problema con la muerte de Kirchner: el cuento del Lobo Feroz, del Hombre de la Bolsa o del malvado de las historietas le resultaba funcional para seguir machacando con el mito del “aplastamiento de las instituciones”, el “clima de crispación y confrontación”, la “división de la sociedad” y todo el resto de fábulas utilizadas para ocultar la afectación de sus intereses y sus bolsillos. Paradójicamente, la muerte de Kirchner les permitió comprobar que estos relatos infantiles construidos con el mismo lenguaje de débiles mentales con que los adultos les hablamos a los niños cuando empiezan a descubrir el mundo, sólo sirvieron para asustar y engañar a aquellos adultos que pedían ser engañados, pero no idiotizaron a los jóvenes ni a los niños. Todo lo contrario.
Los Morales Solá, los Van Der Kooy, los Fraga y los Fontevecchia trasvistieron las fórmulas maniqueas de la literatura infantil –o de la historieta–, poblando a la Argentina de equivalentes modernos de reyes malvados, princesas encantadas, ogros infames. Suponen que sus lectores son tan cretinos como ellos mismos y escriben así para engañarlos con un mundo fantasioso y ajeno a ellos por completo.
Los jóvenes –que por lo general no entienden a los adultos–, comprendieron en cambio muy bien los motivos del Lobo Feroz, sobre todo porque el feroz y transgresor lobo Kirchner les permitió expresarse sin riesgos y sin hipocresía.
Aunque han perdido a su enemigo ideal, después de un tiempo prudencial e incierto los escribas de la derecha seguirán arremetiendo con sus relatos y sus fábulas para esmerilar a Cristina. Por las dudas deberían advertir que ahora hay una masa crítica de gente joven politizada y movilizada que no está para cuentos.
En ese sentido, uno de los legados más interesantes y efectivos que deja Kirchner es que obligó a partir aguas. Obligó a ponerse de un lado o de otro, cuando ya parecía imposible que la pasión política se reinstalara en este país.
Por Iván Heyn, Ni a Palos. La media sanción del 82% móvil para las jubilaciones cierra un debate en el que la oposición no aceptó discutir lo más importante: ¿cuál debe ser la estructura de un sistema previsional justo que garantice una vida digna para todos los jubilados? (*).
En nuestro país hay aproximadamente 5,5 millones de jubilados y 8 millones de trabajadores que tienen un trabajo formal. Los jubilados en el modelo ideal de sistema previsional deberían ser financiados por los trabajadores activos. En Argentina, el 11% de los salarios se destina al aporte previsional, mientras que los empleadores pagan un 16% más del monto total de los salarios con destino previsional. La cuenta es fácil, el 27% de cada salario va a las jubilaciones. Por lo tanto necesito 3 aportes previsionales para llegar al 82%. Pero la relación entre trabajadores y jubilados da 1,5, es decir, con los aportes de los trabajadores activos sólo se podría sostener una jubilación del 40% del ingreso de los trabajadores. Esto se explica porque el mercado de trabajo sigue manteniendo un nivel de informalidad muy alto, casi el 40% de los trabajadores en nuestro país son informales y por lo tanto no realizan aportes. Durante toda la década del 90 las privatizaciones y la desaparición de gran parte de nuestra estructura productiva dejó a gran cantidad de compatriotas en una situación precaria en materia laboral, llevándolos a realizar, muchas veces, actividades de subsistencia. A esto se le sumó la flexibilización laboral que generó condiciones precarias de empleo en gran parte de las actividades menos calificadas, por ejemplo, la construcción y la producción agropecuaria. La informalidad laboral implica que no existen aportes y, por lo tanto, se generan dos problemas: no se producen ingresos para sostener a los jubilados del presente, y esto produce que estos trabajadores no puedan tener su jubilación cuando llegan a la edad de tenerla. En esta situación se encontraban más de 2 millones de argentinos que en el gobierno de Néstor Kirchner pudieron jubilarse. Al día de hoy el sistema previsional argentino tiene la tasa de cobertura más alta de toda Latinoamérica, ya que cerca del 90% de sus jubilados recibe un ingreso previsional, con un mínimo de 1.100 pesos. Si bien el monto está lejos del 82% reclamado, hay que observar que si se tomara como base la cantidad de trabajadores que realizan aportes alcanzaría para pagar 736 pesos. ¿Cómo se llega al mínimo que se paga hoy? Bueno, la diferencia se obtiene de la recaudación general de impuestos y de las ganancias de las inversiones que se realizan con los fondos previsionales. En este contexto, el Estado destina casi el 57% del presupuesto a políticas sociales que son básicamente jubilaciones y Asignación Universal por Hijo.
Es claro que la discusión central no es cómo recortar el gasto en seguridad social sino cómo financiarla. En primer lugar, ¿cuál debería ser el modelo? ¿Uno en el que se pague en función de lo que se aportó en la vida activa? Ahí aparece el primer problema, ya que en nuestro país la mayor parte de la población gana poco y un pequeño sector mucho, por lo tanto, no tendría mucho sentido que el sistema de jubilaciones reproduzca estas diferencias de ingresos. ¿Cuál sería la alternativa? Se podría pagar un ingreso universal a todos los jubilados que garantice un nivel de vida digno, mientras que los que quieran percibir un mayor ingreso en la vejez podrían decidir además de sus aportes jubilatorios ahorrar a través de algún mecanismo de inversión privado. La segunda cuestión importante es cómo debería financiarse este sistema. Aquí la oposición hizo agua y no realizó ningún planteo sensato, de hecho el proyecto de suba de jubilaciones no dice de dónde salen los recursos para financiarlos. Algunos dicen que se deberían subir los aportes patronales. Pero como decíamos antes, hoy son del 16%, y si bien puede ser un buen esquema, también señalábamos que esto es para una parte del mercado de trabajo que es la que está en blanco. Otra alternativa podría ser gravar algunas rentas que no están del todo contempladas en el actual sistema tributario como la financiera o la minera. Sin embargo, lo perdemos de vista es que lo que debemos discutir es un sistema de recaudación tributaria que cobre impuestos a los más ricos para financiar el sistema de seguridad social. Esto se hace no sobre el empleo o sobre el consumo sino sobre las personas. El eje debe estar puesto en evitar que la riqueza que se genera se la apropien algunos para vivir en el lujo y la extravagancia, y que la misma se reinvierta para producir más. Para esto se necesita cobrar impuesto a las herencias, a los bienes de lujo y, obviamente, a la renta. Fijate todos los temas que los muchachos de la oposición se olvidaron de discutir.
(*) Este artículo fue escrito tras la media sanción de la ley del 82% móvil en la Cámara de Diputados, en agosto último.
Catriel López Acosta,
periodista
En Chaco hay dinosaurios y lejos están de ser una especie en extinción. Parafraseando a Charly García, los dinosaurios van a desaparecer…, pero no todavía. No en Chaco, al menos. Aquí evolucionan día a día. Comenzaron como agentes de seguridad de poca monta, de bajo rango, de mala calidad. Y hoy son un perfecto híbrido de la inseguridad, la delincuencia, la corrupción, la impunidad y la falta de educación.
Comienzan así. La Policía del Chaco realiza un llamado extraordinario para incorporar cadetes a la Escuela de Policía. Lo hace cuando existe la decisión política y se habilitan los fondos. También cuando se necesitan votos.
Lo cierto es que un número grande, siempre más grande que el que va a ingresar, se anota para formar parte de la “fuerza”. Que no es otra cosa que convertirse en un “canita”. Que no es otra cosa que asegurarse un ingreso mensual diario que permita sobrevivir.
¿Quedan los mejores? No. Quedan los mejores acomodados. Lo saben ellos mismos antes de postularse. De esa convocatoria al momento en que el joven sale a la calle con un uniforme que tiene que pagar, al igual que pagan en cuotas su pistola, no pasan más de siete meses. Los borceguíes les quedan grandes, los cintos les quedan grandes, y la responsabilidad también. Se ajustarán a la ropa. No así a la función.
PerfilesAntes de seguir, es importante conocer la opinión de una psicóloga que presta servicios en el departamento de reclutamiento de los canitas. Realiza test y entrevistas a los aspirantes para determinar un perfil psicológicoy la aptitud para ejercer la función de policía del orden público.
Para no comprometer su trabajo y por otras razones que cualquiera podría imaginar, vamos a llamarla, de ahora en adelante, la psicóloga. Ella contó cómo es el perfil de la mayoría de los aspirantes a policía. Básicamente, los definió como personas violentas, desequilibradas emocionalmente, resentidas y antisociales. Marcadas por la frustración e incapaces de ejercer la función para la que se los recluta.
¿Todos son así?, se le preguntó a la psicóloga. “Yo diría que sí. Y si no son todos, estamos hablando de un porcentaje elevadísimo, de más del 95 por ciento”, aseguró.
La pregunta siguiente fue: ¿Entonces cómo ingresan? “La mayoría a dedo, como favor de alguna autoridad. Otros, por aptitud física, me contaron los policías”, relató la psicóloga.
Durante las sesiones con los jóvenes aspirantes, la psicóloga rescató estos textuales: “Estudiar no sirve para nada. ¿Qué te va a decir un doctor si vos tenés un arma en la cintura?”; “Conozco a muchos chorros. Yo sé que no los voy a poder meter presos, pero por lo menos no me van a joder, porque (si lo hicieran), les meto un tiro”.
Los chicos que hablaron de esa manera con la profesional que les iba a decir si eran aptos o no para trabajar de policías, hoy son policías. Pese al dictamen de la psicóloga, queda claro.
Otro punto que la piscóloga resaltó es que la mayoría de los jóvenes no tiene interés por el estudio. Expresan abiertamente que no quieren o no les gusta estudiar. Y muchos no terminaron la secundaria o se frustraron rápidamente en alguna carrera universitaria o terciaria.
FunciónLos canitas ya existían dos años atrás. Pero el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, decidió que debían ser más. Dijo que tenía que haber uno en cada esquina. Semejante anuncio derivó en una gran convocatoria y en una proliferación épica de estos “dinosaurios” vivos.
A casi dos años del anuncio, no hay uno en cada esquina. Pero en algún lugar están.
El 21 de junio de este año, el gobernador Capitanich volvió a hacer un anuncio. Aseguró que hablaba de “medidas para mejorar el funcionamiento de la Policía del Chaco y garantizar así seguridad pública en toda la provincia”.
El primer mandatario confirmó la asignación de 150 pesos para la compra de uniformes del personal subalterno, además de chalecos antibalas, una licitación pública para la adquisición de vehículos para la fuerza, la compra de cámaras digitales y handies para la identificación rápida de delitos y ubicación de los oficiales. Adelantó que se pondrá en funcionamiento definitivo el servicio del 911 y se otorgará una asignación de recursos para combustible y gastos extras, entre otras medidas.
El sábado 10 de julio, el Gobierno del Chaco anunció un plan habitacional dirigido específicamente a los integrantes de la Policía del Chaco, que prevé la construcción de 2.000 casas para efectivos provinciales y la entrega de créditos destinados a edificación o refacción de viviendas ya existentes.
El proyecto fue anunciado como una forma de reconocimiento a la labor policial, si bien la segunda lectura del anuncio, según el diario Norte, se hizo para “calmar los ánimos dentro de la fuerza, donde hubo sectores que cuestionaron la magnitud del aumento salarial concedido por el Poder Ejecutivo el mes pasado (el 21 de junio)”.
Lejos de haber uno en cada esquina, hoy el gobierno de Capitanich está preocupado por contener a la especie que alentó a reproducirse. Hay que darles de comer a los dinosaurios.
AnécdotasConsultando a diferentes vecinos de Resistencia se pudo conseguir fácilmente algunas anécdotas significativas de los canitas. Aquí se puede ver cómo evolucionaron y que ya no son simplemente un grupo de jóvenes incapaces de cuidar el orden público. Hoy son actores activos de una provincia corrupta, impune, injusta, insegura y en caída libre.
Los canitas son jóvenes y tienen las hormonas a flor de piel. La primera anécdota recogida da muestra de ello claramente.
Hace unos dos años, cuando todavía regía el plan “Un policía en cada esquina”, los canitas eran llevados en gran número hasta la plaza España. Allí se desconcentraban hacia las esquinas de los alrededores.
Maria venía caminando desde su casa hacia el centro por calle Colón y si atravesaba la plaza acortaba camino. Eran las 3 de la tarde y no parecía haber peligro en el atajo. Menos aún cuando la plaza estaba, literalmente, llena de policías. Lo hizo.
Mientras iba cruzándola comenzó a escuchar los siguientes comentarios: “¡Qué linda que sos!”, “Dame tu número de celular”, “¡Que buena que estás, mamita!”. Mucha fue su sorpresa, o no tanta en realidad, cuando advirtió que eran los canitas los “poetas” callejeros que la piropeaban.
Siguió, ya más rápido. Unos pasos más adelante se le puso al lado uno de los canitas y le pidió sacarse una foto con ella con la cámara de su celular. Le dijo que no y caminó más rápido. Terminó corriendo después de sentir que uno de los uniformados le había tocado las nalgas.
Hay canitas más románticos. Otra de las anécdotas recogidas dan cuenta de que no todos son tan atrevidos y tienen alma de casanova. Melisa contó que paseando en moto con un amiga, sin casco y sin papeles, fueron interceptadas por dos canitas. Ellas estaban en infracción y correspondía una multa o el secuestro del vehículo. Pero los uniformados les hicieron una propuesta que no pudieron rechazar: “Si nos dan sus números, las dejamos ir”. Durante varios días después recibieron delicados mensajes de texto invitándolas a salir, a tomar algo o a ir a bailar.
La tercera anécdota indigna y da miedo. Marcos y Diego habían salido a bailar con un amigo y éste había invitado a un conocido suyo. Resultó ser un canita, que estaba en su día de franco. Después de una noche de alcohol y diversión, de regreso en el auto del amigo en común, el novel policía pidió que frenaran la marcha a los gritos. Sorprendidos, todos le preguntaron por qué. La respuesta: “Mirá, esa mina, tiene un N97 (un celular moderno). Pará que yo tengo el arma acá, la encañono y se lo saco”.
Seguramente, como estas anécdotas habrá muchísimas más. Una en cada esquina.
Los profesionales y la gente común saben que esta especie no cumple ni cumplirá nunca con su función: guardar el orden público. Por el contrario, todo indica que lo perturban y que son un producto de una sociedad rota por la corrupción, la mala política, la inseguridad y la injusticia, la impunidad y la falta de educación.
Otro detalle es que en la mayoría de las anécdotas de los canitas aparecen los celulares. Quizá lo más esperanzador. Ya que, pese a su condición injustificable, dan muestra de ser chicos con aspiraciones de chicos.
Por ahora, Charly, te equivocaste. En Chaco, los dinosaurios no desaparecen. Evolucionan.
Por José Steinsleger, La Jornada. De uno en fondo, los liberales podrían dar una o varias vueltas a la línea ecuatorial. Algunos encandilan como el sol, otros transmiten su energía a millones de años-luz, y los más flotan a la deriva, en las nebulosas del cosmos social. Tesis: a mayor vuelo teórico orbital, menor posibilidad para aterrizar en la realidad real.
Veamos la coyuntura política argentina, donde el gobierno de Cristina Fernández ha impulsado varias medidas en beneficio de los sectores medios, jubilados, trabajadores y desocupados, a más de recuperar la soberanía política del Estado en las decisiones económicas. Se entiende, por tanto, la reacción de los poderes oligárquicos. ¿Y la de los sectores medios que junto con la izquierda autorreferencial les hacen coro?
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Por José Luis Brés Palacio, Datachaco. Confundido por un sueño, José Arcadio Buendía “pensó que en un futuro próximo podrían fabricarse bloques de hielo en gran escala, a partir de un material tan cotidiano como el agua, y construir con ellos las nuevas casas de la aldea. Macondo dejaría de ser un lugar ardiente, cuyas bisagras y aldabas se torcían de calor, para convertirse en una ciudad invernal.” (*)
Y la literatura es muchas veces como el sueño. Verosímil y falaz. En su contundencia nos confunde y creemos que es verdad lo que leemos como el sueño lo hace con el objeto soñado. Y otras, creemos encontrar en ambos (sueño y literatura) claves de interpretación de la realidad.
Repasando estas líneas de la saga de los Buendía, podemos encontrar quizás alguna punta para entender de qué y cómo la juegan los políticos argentinos hoy reunidos en esa tribu con ínfulas de cofradía llamada oposición.
Confundidos por la quimera del parto místico, el odio y el oportunismo político sirven, los de derecha y los de “izquierda”, al patrón sojero y sus aliados mediáticos que les ordenaron despedazar a quien se atrevió a cuestionar sus desmedidas riquezas. Y ahí va la jauría. Y ladran y muerden a destajo. Y no ahorran ni en acciones ni en adjetivaciones. Desde aquel “conchuda” cuyos ecos aún suenan desde aquellos piquetes camperos (caniche y cuatro por cuatro incluidos) hasta el actual “yegua”, eufemismo tan violento como inadecuado para referirse a la presidenta. Lo incomprensible es que estos mismos delincuentes verbales son los mismos que durante el menemato llenaban sus fauces con frases como: “Hay que respetar la investidura presidencial”.
Lo peor es que estos perros salvajes llevan de la barba a gran parte de nuestro pueblo, embrutecido por obra y gracia, entre otros, de las últimas degeneraciones de docentes y periodistas. La historia parece no tener prisa. Pero, tarde o temprano, juzga. Ya nos llegará el turno. Es sólo cuestión de tiempo.
Mientras tanto, los “contras” del siglo XXI siguen intentando convencernos de que es posible construir casas con hielo en Ushuaia y en Chaco con la misma ingeniería. Cretinos.
Pero, por debajo de los gélidos desvaríos, hay un pueblo ardiente. Sediento de la justicia social que aún se le debe.
¡Qué bien nos vendría retener en nuestras cabezas el final del episodio de Cien años de soledad que sirvió de pretexto para estas líneas! José Arcadio Buendía abandonó la quimera del hielo porque estaba ocupado en la educación de sus hijos.
(*) García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Capítulo 2.