Silencio, compañeros.
Que hoy nuestros tambores
toquen a muerto.
Porque los cuerpos de los compañeros ahorcados
aún oscilan en el cadalso de la Historia.
Porque la dignidad del compañero
que prefirió tragar una bomba
aún debe estallarnos en la garganta.
Porque el grito de los compañeros masacrados
sigue acompañando cualquier lucha obrera
aunque sus bocas hayan sido silenciadas
y junto con sus cuerpos yazcan desde entonces
en tumbas anónimas.
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